Martin Bermudez Opiniones y Dudas

viernes, marzo 20, 2009

Sobre el pensamiento y el parlamento.

Tal y como se están dando las cosas, surge una esperanza vaga de que algunas cosas podrían ecualizarse en el Congreso. Desde el año pasado se recuperó la actividad parlamentaria de cara a la sociedad y estamos comenzando a conocer los rostros de personas y personajes que revistieron carácter de ignotos (salvo un muy bajo porcentaje) en casi todo este segmento de vida democrática que ya lleva veinticinco años. Esto sirve para dos propósitos: En primer término, poder escuchar sus discursos y, por ende, saber hacia donde apuntan los representantes del pueblo de la Nación, lo que serviría para detectar sus desviaciones de las promesas de campaña, amén de horrorizarnos con los modos, el lenguaje y la desfachatez de algunos obscuros señores que nos obligan a la revisión de las bondades de las listas sábana. En segundo término (y el más importante): enfocándonos en el pensamiento de los legisladores y la forma en que defienden sus ideas, descubriríamos que más importante que el partido al que pertenecen, son los valores que proponen. Sin importar la ideología que sustentemos en nuestro corazón, descubriremos que “todas” las voces son válidas y suman mucho. El lugar donde el debate tiene consecuencias jurídicas, políticas y sociales es el Congreso, el resto son solo anécdotas, más o menos felices. Es por eso que la altisonancia o el poco tino que puedan albergar las declaraciones pirotécnicas de algunos dirigentes, artistas o referentes sociales, no tienen más valor que el de la declamación. Podemos o no estar de acuerdo con lo que digan Hebe de Bonafini, Susana Giménez, o el mismísimo payaso Malaonda; pero la realidad es que tiene derecho a expresar su pensamiento. Es precisamente el libre pensamiento el que ha permitido a la humanidad en general y algunas sociedades en particular salir de las leyes taliónicas, la servidumbre, la esclavitud, las persecuciones, algunos fundamentalismos y otros bonitos detalles que, analizados desde la actualidad, resultan mamotretos insostenibles. Por supuesto que la lista anterior tiene muchísimas excepciones; basta con leer los diarios. Por supuesto, también, fue el librepensamiento el que, alejándose de las verdades dogmáticas de algunas religiones, aceleró el avance científico. ¿Debería también ayudar al avance político? Por supuesto que sí y lo ha hecho. Pero falta más. Cuando el poder se distribuye racionalmente, el hombre está más protegido de las injusticias. Tarde o temprano, la Argentina debería comenzar a mirar con más respeto al Congreso y, supongo que, una evolución razonable nos llevaría al camino de un gobierno parlamentario. Quisiera sentir orgullo de las instituciones y para eso debemos comenzar con el respeto. Pero, respeto significa también terminar con la máquina de impedir, lista para las operaciones políticas toda vez que un gobierno se debilita. Hoy es difícil saber cómo encuadrar muchos de los emergentes de nuestra vida política; nunca se sabe si es cierto o “pura operación”. En lo que a mí respecta, no me hace feliz que al gobierno le vaya mal. Sí creo que debemos marcarle los errores, y para ello existen los otros poderes. No es bueno comernos a la fiera herida… El pensamiento nos diferencia de los animales salvajes… si lo honramos. Expresión no es solo protesta, salvo que se la limite con leyes mordaza que obliguen a ganar las calles. Protesta no es solo piquetes y violencia, salvo que uno haya sido permisivo y arbitrario, permitiendo ganar la calle a facciones obscuras que operan para algunas fuerzas políticas. Política no es guerra. Política tampoco es lucha partidaria. Política es saber darnos condiciones de Libertad, Igualdad y Fraternidad…y para ello hay mucho que debatir, desde el librepensamiento. Miremos al parlamento.


 
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