Martin Bermudez Opiniones y Dudas

martes, abril 29, 2008

Dos antorchas…iluminan más.

“…; un sistema que llenaba Europa de campos de concentración de inhumanidad variable pero nunca ausente, creando una nación sumergida y nunca mencionada de prisioneros.” Prólogo de la “Lista de Schindler”, Thomas Keneally.
Sin duda, dos antorchas iluminan más que una. El problema surge cuando no hay compatibilidad entre ambas. Veamos el paso de la Antorcha Olímpica por Buenos Aires y, al mismo tiempo, el de la Antorcha de los Derechos Humanos. La primera representa una esperanza, una ilusión, un ideal de perfeccionamiento del hombre a través de la competencia deportiva; miles de atletas que se preparan durante años, mejorando su desempeño, vibrando al soñar su bandera en un podio: la gloria máxima del deporte. En tanto, la segunda, aboga por lo que debería ser la condición primaria de respeto humano: los derechos del hombre. El derecho a la vida, el trabajo, la expresión irrestricta (en tanto no vulnere estos derechos), la religión y todas las creencias, el trabajo, la libertad pura, la no discriminación, la vivienda, el agua, la salud, la infancia no explotada ni prostituida, la vejez en dignidad…el librepensamiento. Casi todos los enumerados tienen rango constitucional. Entonces, si importante es la primera antorcha, la segunda es insoslayable. Esta vez la Antorcha Olímpica comienza y termina su periplo mundial en China. Una hermosa nación, de una pujanza encomiable, con una cultura que lleva de siete a ocho mil años de desarrollo. Una nación que se encuentra en el podio de las potencias mundiales. Un extensísimo territorio con muchísimas etnias regionales, diferentes dialectos, tradiciones y creencias milenarias. Mil trescientos millones de habitantes que tienen una sabia Constitución…que no se respeta. Es que el apego por los Derechos Humanos parece ser un ausente ominoso, toda vez que han tomado estado público una gran cantidad de datos alarmantes. Este autor comenzó a investigar acerca de las violaciones de Derechos humanos en China en 2004. El caso puntual fue la persecución a los practicantes de Falun Gong, una disciplina de auto-elevación que lleva como lemas: Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Lemas de difícil conjugación con el sistema totalitario que hoy gobierna al gigante de oriente. No aburriré al lector con un artículo monográfico, pero me permito sugerirle que visite el sitio web www.historiadesilencios.com.ar En el mismo podrán acceder gratuitamente al libro “Una Historia de Silencios”, en el que relato esta persecución y la censura impuesta a los medios, muchas veces en forma de mordaza económica. Pero en estos últimos meses comenzó a tomar envergadura el problema del Tíbet: un genocidio que arrastra la friolera de un millón de muertos. La comunidad internacional comenzó a preocuparse ante la inminencia de los juegos olímpicos y las pocas señales de China en cuanto a cesar con estas prácticas incompatibles con la Carta Olímpica. Nótese que estamos hablando de Constitución, Derechos Humanos y Carta Olímpica: definitivamente y objetivamente “NO de política”. El régimen de gobierno chino no ha sido elegido libremente por el pueblo, pero ello no debe ser objeto de intervenciones externas, confiando en que el tiempo vaya acomodando la política interna acorde a la voluntad popular. Lo que sí es necesario notar es que todo país miembro de las Naciones Unidas debe cumplir con una serie de requisitos discordantes con la realidad vivida en la nación mencionada. La relación de casi todo el mundo con el gigante asiático es asimétrica. En general, manda la balanza comercial y la necesidad de no perder un cliente de una masa crítica suficiente para asegurar muchísimos ingresos económicos en aquellos países que le proveen de materias primas, ya que poco es el valor agregado que China compra. Puede que esa sea una de las principales razones por las que hasta ahora solo se habían escuchado condenas tibias a estos crímenes de lesa humanidad. Pero ahora las cosas están cambiando. Parece ser que la humanidad tiene una segunda oportunidad, para enmendar la desidia con que se dejó crecer al nazismo a partir de las olimpíadas de Berlín. Más recientemente y en el caso de nuestro país, Argentina, fue el Mundial de Futbol 78 el que se quiso usar para tapar una cruel historia de terrorismo de estado. Cuando los manifestantes, frente a nuestras embajadas, alrededor del mundo, condenaban a la dictadura militar, no atacaban al pueblo argentino, víctima de un régimen totalitario que dejó un doloroso saldo en muertes y heridas en nuestro tejido social, que aún hoy estamos intentando tratar adecuadamente. Lo mismo ocurrió en la génesis del régimen de Hitler. No era contra Alemania, no lo fue contra Argentina, no lo es contra China. La integración es inevitable, pero sí es evitable el despropósito que significa el poco respeto por los derechos humanos. En mi caso, he elegido levantar esta bandera, que probablemente sea insuficiente por su insipiencia, pero es algo, mejor que nada. No se trata de nosotros o ellos, sino de la humanidad en su conjunto, cumpliendo el desafío de la supervivencia, respetando al hombre como centro de todas las cosas. Entonces, no tendrán sentido las dos antorchas, solo una será suficiente, para iluminar el futuro de la humanidad, con la llama de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Si la llama es por la vida del hombre: ¡que siempre brille!


 
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