Martin Bermudez Opiniones y Dudas

lunes, marzo 09, 2009

Seguridad.Sobre el auto del Beto y las instituciones.

Una de las cosas que no deja de sorprender es la “creatividad mejoradora paralela”. Parece ser que haciendo un culto de la incultura, la gente opta por intentar mejorar las cosas desde su creatividad espontánea, olvidando que muchas de ellas son fruto de años de: investigación, desarrollo, experimentación, esfuerzo, trabajo, dedicación, estudios y vaya uno a saber cuantas disciplinas entremezcladas. Pero bueno, Beto compró un automóvil alemán de impecable factura y mejor aspecto y decidió, en un momento de ocio creativo, que había llegado el momento de “tunnearlo”. No importan el túnel de viento, ni las pistas de prueba, ni las pruebas de seguridad pasiva, ni los múltiples organismos internacionales de control de calidad, ni los estudiosos ingenieros: a él, le dijo su primo Cacho que cortándole los espirales, tocándole el chip y poniendo otras cubiertas, el auto desarrollaría más velocidad y quedaría más “pistero”. Logrado el engendro de cuestionable buen gusto y con el absoluto convencimiento de que el solo aspecto de su vehículo le otorgaba una licencia de piloto de Fórmula 1, Beto se largó a la ruta. Del coche no queda nada y el kinesiólogo dice que: con treinta sesiones más podrá volver a caminar de una manera medianamente humana. Llega aquí el momento de la inevitable analogía. Supongamos que el desarrollo de un automóvil fuera equiparable al de las Instituciones de la República. Años, décadas, siglos de guerras civiles, luchas políticas, acuerdos democráticos, doctrinas filosóficas y jurídicas, convenciones constituyentes, pruebas y errores de la construcción del Derecho, se ven enfrentadas a la creatividad de Beto. En este caso, Beto supone alegremente que tiene la respuesta al problema de la inseguridad. Sin ponerse colorado ni apreciar la barrabasada de sus afirmaciones, dice que esto se soluciona con la pena de muerte. Por supuesto nunca se tomó el trabajo de leer una estadística o cotejar datos emergentes entre países que adhieren a esa doctrina o aquellos que se sitúan en el extremo de esa línea de pensamiento. Caso contrario, habría reparado en que no hay una respuesta que ayude a sustentar ninguna de las posiciones desde lo empírico. La realidad nos quema las manos y en lugar de exigir una respuesta estructural al Estado (al que dicho sea de paso le delegamos la administración de la seguridad y la justicia) y a los representantes elegidos por nosotros mismos, salimos a opinar en cuanto micrófono-cámara se nos cruza por el camino. Quizás, esa sea la razón por la que observamos varias veces por día, en cuanto programa de televisión sintonizamos, a señoras indignadas diciendo: “Esto es tierra de nadies…¿Vio? A renglón seguido se lanzan a una colección de elogios sobre el fusilamiento, la silla eléctrica, la cámara de gas, la horca, la guillotina, el empalamiento y toda una colección de bellezas, que en pleno siglo veintiuno, solo deberían figurar en los manuales de historia…del horror. Los programas hacen encuestas (hasta los de chimentos) sobre los dichos de Susana Giménez. Y escuchamos los:”Susana, te banco a muerte…” Quienes quieren defender a la diva, argumentan acerca de su inimputabilidad, trayendo a colación el famoso despiste de “los dinosaurios ¿vivos?...” Olvidando que debe tratarse de inimputabilidad selectiva (ya que puede notarse un contraste muy marcado entre esa ignorancia-despiste-estupidez y los resultados económicos obtenidos durante la carrera de la famosa), no queremos darnos cuenta de que “eso” es lo que ella opina. Mal que nos pese, debemos escuchar todas las opiniones, salvo las de los verdaderos inimputables (y esto porque la ley no los habilita). Por supuesto, cada uno debería sopesar sus afirmaciones, de manera de no incurrir en apología de algún delito, recordando que la ley “se reputa por conocida”. Malas noticias: de este berenjenal no se sale en poco tiempo. Buenas noticias: tenemos instituciones que pueden encontrar la solución. Podrá el lector mirarme con lástima, pensando que son esas mismas instituciones las que, al fallar, nos llevaron a este estado de cosas. Podría yo responder, sin ánimo de condescendencia, que “somos nosotros quienes elegimos a nuestros representantes”. Esto es: si logramos bajarnos del análisis superficial y ejercemos en forma responsable nuestros Derechos Ciudadanos, podremos, con el tiempo, mejorar la calidad política-institucional y obtener resultados positivos palpables en términos de seguridad. De otra forma, haremos como Beto…cada vez que el país choca…nosotros vamos a rehabilitación.


 
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