Sobre China, la distancia y el olvido.
Dicen que la distancia es el olvido…reza la canción. Puede que esa sea la principal razón por la que restamos importancia a “todo” lo que pasa en China, salvo aquello que puede afectar nuestras economías o influir desfavorablemente en nuestra balanza comercial. Nadie se preocupa mucho sobre los vaticinios (generalmente cumplidos) del novelista Tom Clancy, quien desde hace años viene insistiendo en el potencial peligro que el gigante asiático significa para nuestro, ya roto, equilibrio estratégico. Más aún, teniendo en cuenta sus constantes coqueteos con Rusia e Irán. La inmigración china, hasta ahora en Argentina, solo ha significado restaurantes en los ochenta y supermercados a fines de los noventa y lo que va del presente siglo. De vez en cuando una nota en policiales, que nos recuerda que también se exporta mafia desde esas latitudes o una nota sobre el tráfico de pasaportes, utilizados para luego ingresar en los Estados Unidos. También a nuestro país han llegado partes de su cultura. Una de ellas es una práctica de auto-elevación denominada Falun Gong y la asociación que los nuclea: Falun Dafa. Los practicantes de esta disciplina hacen sus ejercicios en muchas plazas de Buenos Aires y el interior; son frecuentemente confundidos con aquellos que practican Tai Chi Chuan. Pero hay una diferencia importante. A los de Falun Dafa los matan. Aquí no, en China. Usted no lo sabía, quédese tranquilo. Pero sí lo sabían muchos medios, periodistas y políticos, que desde el año 2004 se han negado a aceptar lo evidente. Fue precisamente en Octubre de ese año cuando tomé contacto, casi por casualidad, con un grupo de miembros de Falun Dafa que se manifestaban en una esquina de New York, tratando de propagar la información desde una ciudad que es considerada el ombligo del mundo occidental. Penaban que para difundir su causa ningún lugar era más adecuado. Inocencia…una de las principales características de esas personas cuyo lema es: Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Es difícil de explicar algo tan complejo, pero lo intentaré. Luego de la matanza de la plaza Tiananmen, ocurrida en 1989, el gobierno comunista chino había caído en un descrédito absoluto. A principios de 1991, un maestro de prácticas de auto-elevación llamado Li Zhong Zhi decidió publicar un libro de enseñanza llamado “Zuan Falun”. El mismo tuvo un éxito increíble y en poco tiempo la gente se volcó masivamente a las plazas a practicar sus enseñanzas. Se sentían mejor en cuerpo y alma, dicen. El entonces premier chino Jiang Zemin vio la oportunidad de recuperar el consenso popular e impulsó, incluso desde el ministerio de salud chino, la práctica. Claro que subestimó la masa crítica china (todos lo hacemos). Llegaron, en un breve lapso, a ser cien millones. Claro que esto significó un problema. Cien millones de personas con el lema de Verdad, Benevolencia y Tolerancia eran imposibles de conjugar con un partido comunista que revistaba “solo” sesenta millones de afilados. El Politburó conminó al premier Zemin a solucionar esta “asimetría”. Eso originó la creación de una especie de Gestapo china que se llamó Oficina 610, comandada por el lugarteniente de Jiang Zemin, Luo Gang. Como Usted supondrá, esto dio comienzo a un genocidio que, inexplicablemente, no llega a ser dimensionado por la humanidad. Utilizando prácticas de secuestros en vehículos sin identificación, torturas y muertes llegaron a poner a los cien millones de practicantes en situación de persecución. Al día de hoy hay un millón de prisioneros en campos de trabajo forzado (mano de obra muy barata) y se acreditan más de 1500 muertes bajo tortura, acorde a informes de Amnesty International y Human Rights Watch, pero se supone que la cifra llegaría a casi 20.000. Hasta aquí nada ha variado desde mi primer informe de denuncia en 2004, salvo el número de muertes. Pero ahora ha surgido un nuevo “detalle”: El tráfico de órganos, extraídos de esos prisioneros. Ablación en vivo de bancos de órganos humanos. ¿No le recuerda algo? El nazismo hizo el molde. Mañana llega a la Argentina el prestigioso Abogado canadiense David Matas. Junto con el ex Secretario de Estado canadiense David Kilgour han denunciado y “probado” este delito de lesa humanidad. Matas ha recibido recientemente el premio Tarnopolski de derechos humanos, que otorga la Asociación Internacional de Juristas. Llega a la Argentina a denunciar lo que este humilde periodista no ha logrado difundir. Se supone que un país que tiene tan cerca las cicatrices del terrorismo de estado y basa su discurso en la memoria debiera tomar la delantera en la defensa de esos derechos. ¿Será así esta vez? Yo no lo he logrado. En tanto, veinte países han iniciado querellas criminales contra Jiang Zemin y Luo Gang, España entre otros. Canadá ya emitió una condena in-absentia. El primer país de Latinoamérica ha sido Bolivia, no la Argentina. Los medios argentinos han sido comunicados de esta visita. ¿Lo verá Usted en los diarios? La respuesta la tendrá en pocos días. Mientras tanto, ruego al cielo que la decepción no sea la marca que se lleve el canadiense de la Argentina. No hay peor sordo que el que no quiere oír y…la sordera causa muertes.