Arroyo seco, pagar para morir.
A nadie puede asombrar una tragedia más en la ruta. Un empleado cobra los peajes automáticamente a un kilometro del infierno, pero no avisa que el infierno está ahí. En esa hora muerta, antes del amanecer, nadie ve bien el camino, pero no bajan la velocidad, hay que llegar. Una fábrica de ladrillos produce el suficiente humo para ocasionar un accidente, pero el humo no comenzó hoy, ni siquiera ayer. Se suma la niebla y el cocktail está listo: cuarenta vehículos chocan, desparramando vidas y futuros en una escena absurda, donde los sobrevivientes permanecerán horas junto a los metales retorcidos, tratando de explicar y de explicarse qué fue lo que pasó. Sumamos otro escenario trágico a la estadística del fracaso. ¿Los concesionarios de las autopistas son inocentes? Repase Usted sus recuerdos, querido lector, y piense cuantas veces paga peaje para seguir transitando por rutas que mal pueden llamarse de esa forma. Iluminación adecuada, señalización efectiva, equipos de emergencia, comunicaciones ágiles, banquinas bien señalizadas, calles colectoras alternativas, son solo parte de la inversión que uno podría esperar por parte de las empresas que se adueñan de las rutas. ¿Alguien se lo exige? ¿Alguien lo controla? Usted sigue pagando. Los automóviles de nueva generación vienen equipados con luces anti-niebla, sistema de frenos ABS, airbags e incluso navegadores GPS; pero a no confundirse: no son vacunas contra los accidentes. A lo sumo, en contados casos, minimizan los daños. La gente sale a la ruta y acelera; marca records y llega contenta, poniendo cara de suficiencia por haber vencido al reloj o…no llega. No hay términos medios. No se pone la luz de giro, ni las balizas; no se cede el paso, no se respetan las velocidades máximas, ni las mínimas, pero todo se reduce a insultar por lo bajo al infractor y seguir el camino. Creemos en la redención por el insulto, es mucho más rápida que una denuncia. ¿Cuánto tardaremos en olvidar este accidente? Una vez olvidado, ¿alguien seguirá buscando la solución? No es momento de hablar de culpas, pero sí de responsabilidades. Un camionero puede haber ocasionado el drama, pero si un solo error marca el destino de muchas personas, debeos hablar de responsabilidades y las mismas exceden a un solo conductor. Una vez más queda claro que debemos madurar como nación y buscar las soluciones estructurales a una mortandad evitable. De eso se tratan las políticas de estado. Hoy en la Argentina no es seguro viajar en casi ningún medio. No es poco. Mayor presencia policial, control de alcoholemia, radares, operativos coyunturales como el “Operativo Sol”, constituyen muy bonitos titulares. Algún ufano funcionario, que compró coche hace poco, gracias a su condición de tal y sus ingresos mejorados, podrá decir que ya está, que se solucionó todo. Y Usted no le creerá y seguirá esperando…hasta el próximo accidente. Mientras tanto haremos campaña y nadie malgastará recursos en algo cuya mensura se observa luego de mucho tiempo, luego de las elecciones, luego de más o menos muertos. Los cigarrillos traen por exigencia legal una leyenda que dice que fumar es perjudicial para la salud. ¿Las rutas no deberían tener un cartel similar? ¿o los autos? Viajar perjudica la salud, es más, puede eliminarla. O quizás, frente a la inoperancia del sistema, sea mejor un cartel más taxativo: “prohibido viajar”.