Sobre las crisis financieras y la vivienda de un hombre.
Establecer la relación entre un albañil construyendo un muro y Wall Street es una tarea demoledora. Uno no puede menos que caer en un juego de palabras donde construcción y demolición son partícipes necesarios. La imagen de un obrero alineando ladrillos es una bucólica señal de esperanza, pero ¿cómo adjetivar la de un financista demoliendo sueños? Una vez que el hombre abandonó definitivamente su carácter nómade, levantar las paredes de su hogar fue la prioridad. Casa, hogar, lar, vivienda, castillo, fortaleza, casita, refugio, nido, fueron sinónimos del lugar propicio para la formación de una familia y la proyección de una sociedad. Aunque suene raro, la diferencia entre una cueva y un cómodo piso en la Rue del Mariscal Foch en París es solo una cuestión de matices. El sentido primario es el mismo. ¿Qué puede decirse sobre especular con algo tan valioso? Hace varios años, los capitales especulativos descubrieron un nuevo mercado, muy tentador por cierto: el inmobiliario. Se produjo un boom en la construcción en los países centrales. Claro que antes el negocio consistía en algo más simple: se ganaba por construir. Materiales, más mano de obra, más margen de ganancia del constructor definían el precio de una vivienda. Ahora, el precio lo definían las tasas de interés de las hipotecas. El “negocio” eran las hipotecas. De esa manera,. el metro cuadrado de construcción fue aumentando. Por ejemplo: a fines de la década del ochenta, el metro de un muy buen departamento en Madrid o cualquier otra capital europea costaba alrededor de mil dólares. Hoy, en barrios como “Salamanca”, en Madrid, la cotización llega a quince mil Euros por metro y en un barrio marginal roza los tres mil. Esto no sucede por inflación ya que, de haber tenido igual comportamiento todos los precios, un café costaría quince Euros o más y ni hablar de una porción de tortilla de papas a treinta Euros. Las hipotecas a largo plazo aseguraban una rentabilidad imposible de alcanzar con otros rubros. Se produjo un derrame a Estados Unidos y ,de a poco, a otros sectores emergentes como Puerto Madero en Buenos Aires, donde el metro cuadrado cuesta tres mil dólares. La base del problema es que el nombrado derrame alcanza cada vez más a los precios de las viviendas primarias. La crisis financiera tiene consecuencias sociales a nivel global. Ahora comenzaron a caer las bolsas de New York y otros mercados centrales. Comenzarán a quebrar empresas constructoras. Ahora existe un desafío para todos los gobiernos del mundo: si la casa de un hombre es su castillo, esperemos que no alcance su precio.