Todos los hombres se parecen por sus palabras; solamente las obras evidencian
que no son iguales.
Moliere.
Hace pocos días comenzó la humanidad a estar sitiada.
Durante muchos años, las líneas aéreas han estudiado en forma repetitiva las teorías sobre los posibles explosivos que podían utilizarse en un avión.
Claro que el tipo de explosivos que se estudiaban estaba abarcado por lo convencional.
Ahora, la novedad son los explosivos líquidos, casi tan indetectables a simple vista como la maldad.
Este problema obligará una vez más a la ciencia a avanzar en los mecanismos de control aeroportuario.
Llámese Usted tranquilidad, ya hay sistemas que pueden detectarlos, en teoría, pero llevará mucho tiempo, dinero y demás recursos asociados ponerlos en todos los aeropuertos.
Recursos que podrían haberse aplicado en temas científicos constructivos ó simplemente en paliar el hambre de tantos seres humanos fuera del sistema.
En un funcionamiento paradojal, el hombre avanza porque retrocede, esto es: avanza en lo tecnológico para paliar su retroceso en lo espiritual.
No otra cosa que un retroceso espiritual puede explicar que alguien (lamentablemente muchos) crea que algo justifica el terrorismo.
Recuerdo el encanto y glamour que se vivía en un aeropuerto hace algunas décadas.
Un viaje en avión era una fiesta.
Ahora, la vía aérea es insoslayable para un mundo que se globaliza e intercambia corrientes migratorias.
Es un área sensible.
Quien escribe estas líneas lleva más de veinte años relacionado con la industria aeronáutica y acumula casi quince mil horas de vuelo.
Erróneamente pensaba que tenía poco por aprender.
Seguir volando será la respuesta de todos los que componemos el universo aeronáutico, porque es nuestra vida.
Cuidaremos a los pasajeros a conciencia, vamos en el mismo avión.
Sin embargo, existe el presentimiento de que por un largo tiempo no habrá tantas sonrisas en los aeropuertos.
No importa qué razones alegue el terrorismo, ni quién sea su “enemigo”.
No importa su discurso, sino sus actos, como diría Moliere.