Aerolíneas: un esfuerzo indispensable.
Cuando se publican noticias sobre Aerolíneas Argentinas, las nubes de humo tapan los escenarios, a punto de convertirlos en ininteligibles. Cuando los medios de información hacen juicios de valor sobre la industria de la aviación, no tienen, en general, una idea cierta de los baremos evaluados. Más, aún, si se trata de la Argentina. Se pone el foco en las pérdidas que genera la empresa aérea estatal, sin la honestidad intelectual de contrastar su performance con la de la casi totalidad de las empresas del mundo. Si bien es cierto que, entendiendo el transporte aéreo como un lujo, uno podría pensar que el Estado Nacional se encuentra empeñado en un dispendio absurdo, cabe resaltar que poco de lujo tiene una herramienta básica de integración territorial estratégica. La Argentina es uno de los países más extensos del orbe y muchas de sus provincias dependen, literalmente, de un sistema de transporte que ha sido postergado, sistemáticamente, en pos de posturas ideológicas que no priorizan el federalismo como herramienta de futuro. Un escenario anárquico primaba entre las empresas de aviación en Argentina, cuando el general Perón decidió una medida extrema: unirlas a todas bajo el paraguas de la nueva Aerolíneas Argentinas. Fue una medida de una clarividencia absoluta. Ese era el nuevo paradigma, que aseguraba proyectos de inversión que ningún empresario privado podría haber asumido sin arriesgar su patrimonio. Volar era (y es) muy caro, pero inevitable. Luego vinieron las tendencias oscilantes de empresas que crecían exponencialmente, para luego quebrar y dejar empleados en la calle y rutas desatendidas. Tan grande fue el impacto que producía cada quebranto, que los estados comenzaron a utilizar herramientas de financiamiento y subvención encubiertos. Y era lógico que así fuera: el costo político era muy alto y la decisión imposible de explicar. Nada ha cambiado. Los políticos, desde la oposición, hacen críticas que suenan lógicas y, luego, cuando llegan al gobierno, entienden la magnitud de su disparate. Mientras tanto, empresarios carroñeros, de esos que siempre esperan comprar una quiebra barata, para luego vaciar y cerrar una compañía, ponen en marcha mecanismos de presión, financian campañas políticas que tengan discursos funcionales a su proyecto de negocio y…acechan. Para el caso de nuestra línea de bandera, se destaca la constante participación de los colectivos laborales, a través de sus sindicatos, para sacar a su empresa de las crisis sempiternas. Pero siempre corren un riesgo: se los utiliza para justificar la no viabilidad, cada vez que se alcanza un cuello de botella financiero o político. Nadie entiende la gesta heroica de los trabajadores. Los medios critican las pérdidas, pero deliberadamente olvidan hablar de empresas que, gozando de subvenciones del estado, enrarecen el mercado en términos de confiabilidad de servicios y seguridad. Para mayor asombro aún, algunos de los políticos que enronquecen gritando su indignación por las pérdidas, son propietarios, directa o indirectamente, de esas empresas; haciendo la salvedad de que en ese caso las subvenciones no les molestan. No ofenderé la inteligencia del lector explicando quienes se verían beneficiados con el cierre de Aerolíneas. En cuanto al perjuicio: alcanzaría a toda la Argentina. Dejarse marear por los resultados de las empresas de “bajo costo” solo puede suceder cuando no nos muestran el todo. No son empresas de aviación, sino solo ejercicios financieros, con muy poco apego por la seriedad de las matrices de trabajo, indispensables para sostener la seguridad de la operación. Probablemente una casa construida con paredes de cartón también sea más barata. Pero ¿es lo que Usted elegiría para su vivienda? El entrenamiento profesional de los empleados aeronáuticos genera inversiones que todo aquel empresario que quiera ganar en este juego evitará, hasta el límite que le permita la legislación vigente. El problema radica en que ese entrenamiento no se muestra en publicidades: nadie hace marketing con la seguridad. Además, existe el tema de la rentabilidad de las rutas. Nadie explotaría rutas de baja ocupación: no son rentables. Y, la lógica de una empresa privada es ganar. Es así como, pensar en la frase “ramal que para, ramal que cierra”, acuñada por un ex Presidente de la República, puede graficar los resultados inmediatos de un mercado liberado. Solo se atenderían las rutas ya amortizadas, como Bariloche, Ushuaia, Salta, Iguazú, Calafate, Córdoba, Mendoza… ¿Y el resto? Bien, gracias. Dejaríamos a la buena de Dios, atrasándose en su desarrollo, a una gran cantidad de ciudades y provincias que solo pueden crecer facilitando las cosas al viajero. Aerolíneas es viable. ¿Sorprendido? Sin embargo, lo es. La salida es el crecimiento y, por supuesto, las mejores prácticas para elevar su eficiencia, acercándola al punto de equilibrio financiero. Usted se emociona viendo las camisetas de la selección, con los colores argentinos. Pero, quieren hacerle ver que una selección de 9.000 buenos jugadores es perniciosa. Acérquese a las carteleras de los principales aeropuertos del mundo y observe, detenidamente, las cancelaciones y demoras que se producen constantemente. Claro que de esas no se “hace” noticia. El cóndor lleva sesenta años en el aire y lo llevamos con orgullo. Quizás podría tener aviones más modernos y mejores equipos electrónicos de entretenimiento y en eso están: invirtiendo. Hay valores que no se ven reflejados cuando la noticia se manipula: visión, compromiso, propósito, esfuerzo y pasión. Son los valores de los que, los 365 días del año, durante las 24 horas, bajo la nieve, al calor de las pistas, la lluvia, ponen el avión donde el país lo necesita, donde Usted lo necesita. Ayudando en misiones humanitarias, innovando en la explotación de rutas como la transpolar, que hoy conecta a toda Latinoamérica con Oceanía. Los valores de los que lo reciben “en argentino” cuando Usted regresa a casa y se siente cuidado. Vale la pena el esfuerzo.