Martin Bermudez Opiniones y Dudas

domingo, agosto 09, 2009

Las herramientas y el futuro.

No se planifica el futuro con cosmética, ni medidas coyunturales, ni decisiones partidarias endogámicas. El futuro es consenso; simple, pero inevitable. Es la única manera de escapar de la trampa pendular que se cierne sobre las naciones que atan la totalidad de sus decisiones gubernamentales al poder de turno. Me siento a leer los diarios, los newsletters, los cables y recibo visiones de dos Argentinas: en una anda todo bien y en la otra todo mal, dependiendo solamente del color del lente usado. ¿Y los hechos? Ahí viene la parte difícil. No se puede gobernar la Argentina sin el peronismo, aseguran exentos de cinismo mis referentes políticos de confianza y el peronismo está en fase de reproducción (como los gatos, diría El General); se están reagrupando. “A Scioli no le entran las balas”, “el colorado lo traicionó a Duhalde”, “Duhalde lo apoyará a Scioli”, “la gorda se peleó con Margarita”, “Cobos no llega ni a la esquina”, “a Felipe lo ningunean todos”, “Reuteman es De La Rua”, “ si Balestrini se les da vuelta, no pueden entrar más en la provincia”, “Nestor tiene menos amigos que la Tatcher en Cosquín”… Usted, mi querido lector, debe haber escuchado casi todas estas frases y muchas más, con las que no lo aburriré; pero convengamos que preocupa que “eso” sea hablar de política. La política seria, la que serviría para lograr alcanzar la inclusión de los millones de hombres y mujeres de nuestra patria que no logran ni siquiera acercarse al sistema, nada tiene que ver con lo expuesto. La política que educa, alimenta, sana, hace crecer a nuestros hijos con futuro, genera riqueza, incluye, distribuye, ecualiza… es otra cosa. Esa es la política que me importa, la otra me ha llevado al hastío. No pasa día en que no tenga, al menos una charla, con profesionales, técnicos o simples ciudadanos sensibles, que tienen excelentes propuestas para convertir acciones en políticas de estado, basadas en valores (dicho sea de paso: nuestra principal carencia). El crecimiento es sustentable o no es nada. Si el hombre no es sujeto y objeto de esas políticas, son injustas. Pero otra de las condiciones es la continuidad: no hay planes serios a corto plazo. Para asegurar la continuidad es que se necesita institucionalidad; pero veamos: para ello, las instituciones deben desatar su dependencia ideológica-partidaria y preservar a los funcionarios y profesionales de carrera. No es admisible que cada vez que cambia el color del gobierno se produzcan desembarcos masivos de “afines”, cuyo único mérito es la lealtad al poder ganador de las elecciones. ¿Dónde radica la continuidad de las políticas de estado? La respuesta es simple: institucionalidad. Pero esta palabra, con la que nos llevan al hartazgo los discursos de gobernantes y opositores parece vacía de significado, ya que es condición necesaria para la tan mentada “institucionalidad”, ni más ni menos que, tener instituciones fuertes. ¿Para qué sirven las instituciones? Son herramientas, nobles herramientas. Ahora imagine Usted si cada vez que un mecánico o un obrero o un plomero debieran realizar una obra, cambiasen sus herramientas… Absurdo. Cuando un proyecto político propone como punto de partida el cambio de herramientas, ¿no huele mal? Pienso en una cuadrilla de albañiles dispuestos a comenzar una construcción con una batidora, un secador de pelo y una lima de uñas…es risible. Ahora bien: ¿Por qué no es risible que alguien pretenda construir una República con herramientas-instituciones inadecuadas? En un buen taller, las herramientas están limpias, ordenadas; siempre se sabe dónde buscarlas. Ayer, el economista José Irigoyen me sorprendió diciendo:- “el tema de los hold-outs solo puede resolverse desde el Congreso”-… Le pregunté -“¿Y Boudou?”-… Respondió:-“la única herramienta que va a servir para una solución definitiva es el Congreso”- Y siguió explicando, al resto de los presentes, cuales eran los mecanismos adecuados, que deberían tener aprobación legislativa, para que se entendieran como una medida de “consenso”. ¡Qué curioso! Pensé…herramienta, Congreso, consenso… ¿Quién no estaría de acuerdo?


 
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