Martin Bermudez Opiniones y Dudas

jueves, febrero 23, 2006

Donde está Blumberg?????

Blumberg y Bogani LA TRAMA Y EL DRAMA Por Martín Bermúdez Difícil diferenciar en el complejo tramado de las noticias del día los dramas cotidianos de las tramas premeditadas. Es tal la confusión, que en algunos momentos uno no sabe diferenciar lo urgente de lo importante. Quizás la trampa esté en que en nuestro diario luchar para remontar, desde nuestra economía doméstica hasta el orden institucional, nos cuesta creer que “casi todo” es urgente e importante. Así es como desfilan por nuestros sentidos una acumulación de noticias que van desde medio oriente hasta la esquina de nuestra casa. Pero de nada sirve hablar de crudo realismo cuando la mejor tecnología no nos acerca siquiera un poco al dolor de la gente. Es así como, impávidos, asistimos a las declamaciones de oráculos del “deber ser” que nos dicen que un hombre al que le mataron un hijo es funcional a grupos de derecha que tratan de validar un accionar represivo. Eso nos aleja del drama real a tal punto que aceptamos el debate ideológico como si fuese un fenómeno meteorológico. Esto es : teorizamos sobre las ocultas razones y no aceptamos las evidentes. Solo alguien que tiene la suerte de no haber perdido un hijo, padre, hermano o cónyuge puede detenerse a analizar el perfil ideológico ó el estrato social de un hombre que nunca tendrá nietos, porque ya no tiene hijo. Peor aún, pensar que si proviene de esta u otra clase podemos creer en su reclamo. El día viernes 16 de Abril tuve la suerte de salir de la trama, pero me encontré con el drama. En la marcha que se hizo por Daniel Bogani frente a la catedral de Morón encontré más de treinta denuncias hechas por familiares de víctimas de la delincuencia que no habían esclarecido la razón de su tragedia familiar. Ninguno era diferente a otro, salvo las apariencias y su vestimenta. Eran padres con dolor a los que no pude abrazar, porque eran muchos. Algunos se acercaban a los medios para ser escuchados y no tenían ni teléfono para dejarnos. Otros, al final de la marcha, pedían dinero para poder volver a sus casas en colectivo. No eran clase media, represores, rubios embozados, ni ninguno de los adjetivos que pretendieron quitar valor a un hecho irreversible: eran deudos. Tan esclavos somos de nuestros prejuicios, que compramos rápidamente los discursos prejuiciosos. No hay buena forma de dar malas noticias, por eso, no matemos al mensajero. Solo propongámonos respetar el dolor genuino y no confundir la trama y el drama.


 
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