Scioli. Sobre las cortaplumas, los candidatos y los Kamikazes.
Por alguna razón me vino a la cabeza una de esas prácticas cortaplumas del ejército suizo.Sirven para muchas cosas, pero con limitaciones.Tienen una lupa, un mondadientes, varias hojas de cuchillo, tijerita, sacacorchos, destapador, abrelatas, lima, e incluso algunas herramientas cuyo uso nunca pude descubrir.Pero todo es pequeño, insuficiente, casi precario.Claro que son, en general, para usar en emergencias.También, en un arresto de inevitable nostalgia, recordé el fin de mi infancia y mi temprana adolescencia, en el club Estudiantil Porteño, de Ramos Mejía.Amigos entrañables, tardes en la pileta, noviazgos precoces y una imaginación que en ningún caso me hubiera permitido pensar en los Scioli como políticos.Muchos viernes nos reuníamos en una pizzería de la Avenida Gaona, a devorar porciones con muzzarella chorreando hasta el infinito, invitados por José Scioli (padre).Pepe Scioli era mi amigo y Daniel era el hermano mayor, al que guardábamos un respeto casi mítico.Era lógico, a pesar de sus dieciseis años, Daniel tenía auto (un Fiat 128 IAVA), salía al centro, era un brillante deportista...El Fiat pasó luego a manos de Pepe y en el iba, solo al colegio, cuando fue secuestrado.Tenía catorce años.Para nosotros, sus amigos, fue muy traumático.Esa fue la primera desgracia que sufrió esa familia y luego vinieron más, pero eran de una raza de supervivientes.Luego de un tiempo, los Scioli se fueron de Ramos Mejía.Mantuve el cariño por Pepe, a pesar de que los contactos fueron cada vez más esporádicos, hasta la última vez que lo encontré, allá por el noventaysiete, por casualidad, en un avión en que volvíamos de Europa.Daniel ya era un político y Pepe lo acompañaba.Confieso que al principio le puse muy pocas fichas, llegaba como un emergente coyuntural y uno ya había visto demasiadas candidaturas efímeras.A pesar de todo, creció.En 2002 le hice un par de reportajes en la radio, cuando era un entusiasta Secretario de Turismo.Confieso que no pude evitar el afecto familiar (algo poco profesional quizás) y, a pesar de mantenerme incisivo en mis preguntas, fui bastante benigno.Al poco tiempo, Kirchner lo adoptó, como a una joven esperanza, aunque paradójicamente proviniese del demonizado menemismo.Y así, se fue construyendo una trayectoria de interesantes ribetes.Idas y vueltas, ninguneos y exaltaciones, anatemizaciones y elogios; una relación pendular que hacía pensar que, en algún momento, Daniel pegaría un portazo.Pero no fue así.Se convirtió en el más leal, el más sufrido y el más funcional aliado de Nestor.Pude intentar entender todo eso, aunque me pareciera rayano en el masoquismo.Hasta ayer...Primero lo deslizaron como una humorada, para luego avanzar sobre un terreno más serio: Daniel sería candidato a Diputado Nacional.Nunca entendí las inmolaciones, me parecían (y aún me parecen) algo totalmente alejado de la sensatez.La palabra que mejor define esto es: Kamikaze.Fíjense que hay que recurrir a un término de otra cultura (cultura, no lenguaje) para describir una conducta, al menos, objetable.Daniel, en un gesto de lealtad ciega, hipoteca su futuro político y lo entrega en el altar de los sacrificios.Pero claro, uno no puede menos que pensar en los deudos del Kamikaze; en este caso: el electorado.Si la coyuntura empuja al oficialismo a tratar de asegurar la gobernabilidad a nivel nacional, es lógico que traten de asegurar el modelo, pero ¿Por qué subsumir la provincia de Buenos Aires al escenario político del resto del país.¿Estratégia o táctica?Ninguna es razón suficiente.La realidad indica que la provincia de mayor densidad poblacional tiene graves problemas propios y uno espera un foco más marcado en la solución de las fallas estructurales en materia de salud, educación, trabajo, justicia y por supuesto, en la pole position: la seguridad.Para los que votaron a Scioli, pensando que podía hacer viable la provincia, esto es una cosa dificil de entender, porque, si es más importante el escenario nacional ¿para qué se candidateó?En lo que a mí respecta, estoy convencido de que Alberto Balestrini podría asegurar la gobernabilidad, dada su fortaleza en la operación con los intendentes del conurbano, pero preferiría que Daniel se quede donde está.El problema del verticalismo es que no hay candidatos potables, no dejaron surgir a ninguno, ya que no había garantías de lealtad.Entonces, cada pieza pasa a ser una herramienta multifucional, como la cortaplumas suiza, tiene de todo, pero insuficiente.Por supuesto, para quienes pensaban que Scioli era presidenciable, malas noticias; esta sumisión erradica en un solo movimiento la estatura que el hombre común, que no es operado por los punteros, espera en sus candidatos a presidente.No se puede construir un edificio con una cortaplumas, mucho menos una nación.